"Quizás suene moderadamente ilícito a la razón, que los sueños siempre tengan algo de realidad. Quizás este en uno el don de la alquimia entre un estado de deseo, y uno de satisfacción..."

lunes, 12 de octubre de 2009

Jai, mi amigo.

Hoy me subí a limpiar el techo del Atalaya.
Conseguí todos los productos necesarios para la limpieza. Me vestí un simpático sombrero para cubrirme del sol, y conseguí una larga soga, la cual fue para unir uno de los tirantes del techo, con un  amarre a la altura de la cintura que invente una noche que no podía dormir.
Trepe despacio, ya que tenía un dolor molesto en la espalda, y llegue. Había insectos de todos los colores. Una bandada de palomas que dormía en el vértice sur del techo. Me daban la espalda, y estaba seguro que si las veía desde arriba, formaban la silueta de un corazón.
En la esquina opuesta al albergue palomero, había un fragmento de una carta que parecía haber sido incendiada y apagada rápidamente. No recordé que dicho palabrerío de sentimientos haya sido mío, por lo deje un signo de exclamación imaginario sobre esa esquina.
Sobre su vértice posterior, el que apuntaba hacia el este, vi flores podridas. Rosas, jazmines, tulipanes, amapolas, claveles, y otras que jamás en mi vida había visto, todas podridas. Las moscas parecían hacer una coreografía bien planeada sobre los restos vegetales que residían sobre esa esquina de mi atalaya.
Me di vuelta, para ver que quedaba en aquella punta por observar, y pude ver a un pequeño hombrecito, totalmente desnudo, llorando como un desgraciado.
Muy lentamente, me acerque a él. Trate de hacer un mínimo de ruido, como para que mi llegada y mi saludo no sean tan repentinos y que él se asuste, y siga llorando más aun. Así que, pise unas piñas que había a la derecha de mi camino, con lo que el pequeño tendió a darse vuelta.
Aun con un llanto descomunal pero silencioso, me hizo señas con su mano izquierda, invitándome a donde él se hallaba.
A todo esto, yo acostumbrado a la soledad de mi reloj eterno, no sabía qué hacer ni que decir...Porque hacía siglos que no saludaba a nadie, ni le contaba cuentos, ni chistes. Ni siquiera festejaba los cumpleaños propios, porque no valía la pena. Bajar allá abajo, en la tierra, era el último de mis planes. Ver toda esa jungla de gente inquieta, de ricos y pobres ¡realmente me agobiaba la idea! No era negocio sufrir tanto por una torta de crema y durazno, y un manojo con cientos de velitas.
Allí estaba el pequeño, enfrente de mis ojos. Llorando como un niño saliendo del vientre de su madre, con la cara colorada como una nariz de payaso.
-Buenas.-le dije.
Siguió llorando, aun sin mostrar los ojos.
-Hola.-le dije esta vez, con un tono más agresivo.
Secándose la nariz, el único ¿compañero? de atalaya me respondió.
-Ho.....ho....la.
-Que tal....soy el dueño del atalaya. Venía a limpiar el techo, porque a fin de siglo vendrá una auditoria, y no quiero parecer un sucio.... ¿En qué te puedo ayudar?
-No creo que puedas ayudarme. Nadie puede.... Solo ella.
-¿Ella? ¿Quien?-le respondí, mientras buscaba con la vista por las dudas si había alguien más dentro de la superficie.
-Ella, mi amada. Ella, que siempre está del otro lado del mundo, en una torre horrible. Deberías conocerla-me sugirió el pequeño hombre- Es una torre realmente vieja, fría. Su dueño es una persona horrible. Muy vil, y muy egoísta.
-¿Donde queda exactamente esta torre que me cuentas?-le pregunte.
-Esta en el otro lado del mundo, en una isla de vida nula. No hay humanos, ni ruidos, ni nada. Una guerra horrible termino con todo, y solo la torre quedo en pie. Ella me dijo que la guerra la había organizado el dueño de la torre. Dijo que se había cansado del caos de su mundo, y supuestamente armo un plan para que todo termine en lo que termino. Realmente horrible.-comentaba el pequeño, con una voz de angustia realmente emocionante, mientras las lagrimas caían en menor cantidad de sus pequeños ojos negros.
-¿Y tu como conoces a "ella"?-le dije.
-No la conozco. En realidad si la conozco, pero no físicamente. No necesito saber si es delgada como la soga que traes contigo, o si es tan gorda como para complementar a la torre y darle más altura.-dijo en forma de pequeña broma, riéndose entre lágrimas. Yo reí, para acompañarlo.-Nos comunicamos por cartas, las cuales nos trasmiten una paz hermosa. Estamos muy enamorados.
-¿Pero cómo se envían las cartas? ¿Hace cuanto tiempo la "conoces"?-le pregunte con gran interés. Realmente, estaba muy shockeado. Mi vida alla arriba, era muy rutinaria. Todos los días, siendo un farol en el mundo, viendo siempre los mismos horrores. Sin nadie a quien hablar, a quien amar, a quien escuchar, a quien mirar... Que haya un enano, en el techo de mi atalaya, realmente era toda una revolución en los engranajes de mi vida.
Digamos que cuando lo veía, pensaba en un enano. Como los de la tierra. Pero no. Era distinto. Era de un metro y unos cuarenta centímetros, con cara algo femenino. Delgado, de tez trigueña, con una boca bastante salivada. La idea de "enano" no me gustaba, así que antes de escuchar las respuestas a mis preguntas, me apure y le dije: -"Disculpa... ¿cómo te llamas?"
-Mi nombre es Jai. Y voy a contestarte tus dudas.-se tomo un respiro prolongado, y pestañeo con un gesto de agrado algo particular. Parecía estar liberando toda la angustia contenida.
-Las cartas, una vez escritas, las introduzco en los tallos de estas flores. Como veras, esa que esta ahí, la celeste, no es de la tierra. Se llama Phirinoas, y es una que invente yo. Al inventarla, pude lograr que el tallo sea largo y pesado. Pero mira....-señalaba el mismo, donde tenía un corte transversal-....el tallo es hueco.
Ahí inserto las cartas enrolladas, y una vez cerradas, las arrojo hacia el espacio. Las arrojo con tanta pero tanta fuerza, que tarda 12 horas en volver a caer al planeta. Y es ahí exactamente, cuando la Phirinoas le cae a mi amada.
Así fue que la conocí. Escribí una vez, el mecanismo para hacer esto, una y mil veces. Arroje al espacio miles y miles de Phirinoas, y después de años, una Rosa fénix cayo a mis pies. La había escrito ella, diciéndome que el plan de comunicarnos así, era realmente genial.

Realmente, Jai estaba enamorado. No sabía quien estaba del otro lado del mundo. Podría ser la inventora de la Rosa Fénix, como algún que otro pivote del nuevo mundo, bromeando con cosas tan delicadas como el amor.

-¿Y porque lloras?
El silencio se hizo presente, y luego de unos minutos de lágrimas, respondió...
-Lloro porque hace ya unas largas semanas, que no llueven rosas fénix a mis pies. La última carta que recibí, fue horrible...la peor de todas quizás.
-¿Que decía?
-Me dijo, que después de mucho tiempo, no solo le llovían Phirinoas, sino también unas Acantares, que son las flores más hermosas que vi en mi vida. Jamás podría haber inventado yo algo así.
Esas alcantares, le llovían a menudo me comento. Ella se había enamorado de su creador, quien vivía a unas 5 horas de diferencia.
Me conto que le había sido imposible soportar esa presión, que hasta pensó en sacarse la vida.
Dijo finalmente, que se iba a ir a su torre, y que iban a hacer una ellos mismos de ser necesario.
Me pidió perdón mil millones de veces, y así fue que nunca más supe de ella.
Yo se que ella sigue en su torre, se que esta ahí, esperando a que yo haga algo.
Realmente, es muy duro para mi seguir así...

-¿Todas esas flores son tuyas?
-Si. Las sembré yo. Algunas son de la tierra, otras las invente yo. Pero hace tiempo que no las riego. Perdí las ganas de todo...
-Yo pensé que esas palomas que duermen allí, tenían que ver con el estado de tus plantas.
-Las palomas son mías, pero no inciden en las plantas y su estado.
Yo las invente hace una semana, y como veras, forman un corazón. Y la forma que ves, ese contorno de corazón, también se mantiene mientras vuelan. Me llevo mucho trabajo, pero lo logre.
-¿Y que harás con ellas?
-Quizás no sea casualidad que justo hoy hayas subido.-me dijo.-Por favor, si no vuelvo en un año, haz el favor de tener en condiciones esta ultima Phirinoa. Regala durante un año, y si no llegas a saber nada de mí, escribe lo primero que te venga a la cabeza, y arrójala bien fuerte al espacio. Si habré fracasado, al menos no me sentiré solo.
-No entiendo realmente que quieres decir.
-Las palomas, como veras son muchas. Todas juntas, son capaces de transportarme. Estoy decidido, que me iré con ellas hasta la torre de mi amada. Y si no la encuentro, la esperare un año. Si no, me comunicare contigo, y estaremos al tanto. Solo que tú tienes una sola Phirinoa, así que úsala cuando sea realmente necesario.

Estaba perdidamente enamorado Jai. Sus ojos brillaban con color oro cuando su lengua decía la palabra "ella". Era como si el viento trajera su alma y se la re-insertara en el cuerpo.
Acepte el pedido de Jai, vi como se paro, y despertó a las palomas. Una por una, le dio de comer un alimento bastante raro...seguramente inventado por él.
Luego de vestirse con un traje hecho de hojas de phirinoas, se coloco un amarre similar al que yo tenía en mi cadera, solo que el de la tenia una soga para cada paloma, con lo cual supuse que quedaría en el centro del corazón en el aire.
No sé cómo ni porque, pero me puse a llorar mientras veía a mi amigo nuevo partir hacia lo desconocido.
Me miro, una vez ya atado a las palomas, y me dijo, mientras las palomas comenzaban a levitar lentamente.
-Muchas gracias. Realmente, te agradezco el haberme escuchado. Sé que no me fallaras.
-De nada Jai. Te enviare la phirinoa solo cuando sea el momento. Si no, será en un año.
-Gracias.-unas lágrimas se nos caían a ambos...cada vez más.
De repente, casi gritando me dijo:
-¿Y tú? ¿Cuantas palomas necesitas? ¿Que flor necesitas inventar? ¿Cuantas cartas deseas llegar a quemar?
No esperes una planta en el cielo, porque tu techo no dejara que caiga a tus pies.
Baja al mundo, y arriésgate a sentir algo por alguien, y entrégate a alguien que ames.

Y allí se fue Jai. Mi único amigo, se iba. Solo unas horas lo conocí, sin embargo, fue mi mejor amigo.
Su figura se perdía en el horizonte, y casi perdiéndose en el, dio vuelta el rostro y mostro una sonrisa de esperanza hermosa.

Aquí esperare, un año sentado para ver qué sucede.
Después de un rato, pensé en limpiar el techo, pero me di cuenta que el techo era mucho más de Jai que mío. No podía borrar las evidencias de una historia de amor tan pero tan linda.
Así que volví a mi lugar, al atalaya, mirando que hacer de ahora en mas, con ese mundo a mis pies.

Bonus track

"No sabemos nada
del mañana; nuestra
preocupación es la de hacer
lo mejor que podamos y
contentarnos con el presente"

Sydney Smith;
del reves de la hojita
del almanaque de hoy...

viernes, 9 de octubre de 2009

Buen dia

Despierta que ya es hora. El sol con su picardía, se filtra por las hendijas del cuarto, y toca la puerta de tus ojos suavemente. Y vos, en un baile lento y somnoliento, sacas una sortija imaginaria, y das unas vueltas más con carácter gratuito.

Si si, el sol sigue ahí, mostrándote como una luciérnaga, el camino hacia la persiana. Levántala, mira como el día te sonríe, y se pone contento de verte de pie una vez mas.

Llénate de prendas sin sentido, y deja de pensar un poco en el que harás hoy. Deja que fluya ese deseo humano de saciar tu locura natural, de correr libre entre el verde espacio que siempre soñaste. Piensa en un rio pasando por dentro tuyo, donde las piedras se deshacen en polvo, y desaparecen mientras las agujas imaginarias siguen girando.

Allí estas vos, lejos de todo lo que el mundo quiere que hagas.

Allí estas vos, haciendo lo que vos queres hacer; siendo quien eres detrás de todo el maquillaje de lo que los anormales llaman normalidad.
Respira, cuenta hasta tres, y ama a la vida como la vida te ama a vos.